miércoles, 18 de marzo de 2009

El baile de los Comisarios

La incertidumbre planea sobre ciertos despachos de alto copete en Bruselas. “Extraño”, se dirán ustedes, “esta gente lo suele tener todo bien atado”. Y tienen razón. Pero esta vez hay un componente nuevo en el puzzle que da un cierto toque de suspense.

Normalmente, tanto los cargos de los 27 Comisarios como su duración están muy bien definidos: son elegidos para 5 años, y al final de este periodo deben dejar su puesto para sus sucesores, o bien continuar en ellos si renuevan mandato. En el caso de los actuales Comisarios, tomaron su cargo en el 2004, y en Octubre próximo finaliza su labor.

Ahora bien: este año la cosa se complica, y mucho.

¿Por qué? Pues básicamente, por la misma razón por la que suspira casi todo el mundo desde hace meses en Bruselas: los irlandeses.

Resulta que tras el sonoro ‘No’ de Dublín al Tratado de Lisboa el año pasado, los líderes europeos están –más o menos- aunque no lo admitan abiertamente- desesperados por fijar una nueva fecha para un referéndum en el que, esta vez sí, los irlandeses aprueben por fin las nuevas normas bajo las que se va a regir este “sarao” comunitario.

No voy a entrar en la pertinencia o no de organizar un segundo referéndum, de eso ya hablaré en otra entrada de este blog. Voy a limitarme por el momento a intentar exponer el porqué esta nueva votación popular está trayendo de cabeza no sólo a los mandatarios nacionales, sino también –y sobre todo- a los presuntos líderes comunitarios (me da un poco de vergüenza referirme a los Comisarios, incluso a su Presidente, como "líderes". Los tengo más bien como funcionarios de altísimo nivel).

A lo que iba: ¿Qué va a pasar este año? Pues resulta que -en teoría, como ya he dicho- los actuales Comisarios deberían dejar sus puestos en octubre para los nuevos elegidos.

Sin embargo, hasta noviembre no está previsto un nuevo referéndum en Irlanda. Y hasta que los irlandeses no voten, no se sabrá bajo qué reglas se va a elegir la nueva Comisión. Si la respuesta de la isla verde es negativa, nos encontraríamos con una Comisión Europea que se elegiría según los criterios establecidos por el actual Tratado, el de Niza, que establece que en ningún caso habría un Comisario por cada Estado miembro. Habría entonces que reducir efectivos, y a ver quién sería el guapo que renunciaría así, sin más, a su Comisario nacional. Hay pocos países candidatos a hacerlo (voluntariamente, al menos).

En caso de que Irlanda aprobara el Tratado de Lisboa, la Comisión se compondría de un miembro por cada Estado, eso sí, pero el nuevo Tratado entraría en vigor unos meses más tarde, ya que Polonia y la República Checa (con el amigo Klaus al frente) se han opuesto a ratificar formalmente Lisboa hasta que el pueblo irlandés no se pronuncie.

Sea como fuere, el lío está servido, porque los Comisarios actuales no deberían dejar su oficina hasta semanas, quizás meses más tarde de lo previsto. “¿Cuál es el problema?” se preguntarán ustedes, “unas cuantas semanas más bajo la lluvia de Bruselas no les va a afectar demasiado”.

Pues es dilema es el siguiente: que durante ese tiempo de mandato in interim, la base legal de sus actuaciones no estaría nada clara: ¿Serían Comisarios en pleno ejercicio bajo el Tratado de Lisboa, aún no ratificado? Imposible. ¿Serían Comisarios con una prórroga en su ejercicio bajo en Tratado de Niza, a la espera de ser sustituidos o simplemente cesados de su cargo, ya que sobrarían en un Colegio necesariamente más reducido?

Estas cuestiones no son baladí, ya que implicarían que el ejercicio del mandato de la Comisión estaría en entredicho. Este órgano Comunitario adopta cada semana nuevas propuestas de normas legislativas que van a afectar a 500 millones de cuidadanos, y decide sobre -por ejemplo- la autorización o no de fusiones empresariales, regulando las normas de competencia. Todo esto significa regular la vida económica del continente.

Así, en caso de no tener una base legal clara, nos encontraríamos con que cualquier empresa afectada podría plantear un caso ante el Tribunal de Justicia Europeo alegando que el órgano que adoptó una propuesta o que (des)autorizó una fusión no tenía la autoridad para hacerlo.

En resumen: estaríamos ante un limbo legal, y ante un marrón de proporciones considerables. De momento, Barroso ya ha pedido a los Comisarios que se preparen para permanecer en sus oficinas unos cuantos meses más (se habla incluso de prorrogar su estancia hasta marzo del 2010), a la espera de lo que digan los irlandeses, y de la agilidad con la que se tramiten las ratificaciones posteriores.

Mientras tanto, los jefes de Estado y de Gobierno deben reunirse inmediatamente después de las elecciones europeas para elegir al Presidente de la Comisión y tomar de paso una decisión sobre qué hacer los escenarios posibles tras el voto de Irlanda.

Veremos lo que sucede.

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