domingo, 1 de marzo de 2009

Un mal libro, un buen libro

En los últimos meses he tenido la ocasión de leer dos libros muy diversos sobre la Unión Europea. El primero se titula "Life of a European Mandarin" de Derk-Jan Eppink. El segundo, "Machiavelli in Brussels", de Rinus van Schendelen.

Empezaré por el primero. No sé bien cómo podría resumirlo, aunque si tuviera que elegir dos palabras, me limitaría a estas: "qué castaña". O "qué deprimente".

El objetivo del libro es narrar las andanzas del Sr Eppink dentro de la maquinaria comunitaria desde un punto de vista desenfadado, informal e irónico. Cuando lo compré, esperaba encontrar información valiosa sobre los mecanismos de funcionamiento de la Comisión, datos sobre quién decide, cómo y porqué, sobre todo a nivel de los Gabinetes de Comisarios (puesto en el que el autor trabajó).

Pero el único valor añadido que el autor aspira a dejarnos es su imagen de tipo 'cool' y su enorme capacidad de persuasión hacia sus colegas. Fracasa.

Eppink nos aturde con una sucesión de anécdotas sin sustancia (cómo se agarró una gran cogorza en una reunión informal de trabajo con un experto nacional, cómo lidió con la prensa tras unas declaraciones fuera de lugar de su indómito Comisario, etc, etc).

Esto en cuanto a lo que 'Life of a European Mandarin' tiene de decepcionante. Porque también puede resultar irritante. Por ejemplo, en su cansina repetición de metáforas (la Comisión Europea es 'la princesa' y los funcionarios, 'mandarines' a su servicio, comparación que puede hacer cierta gracia la primera vez, pero que a la decimoquinta cansa bastante) y de los tópicos nacionalistas (todo el mundo con el que Eppink se relaciona es "el típico griego", "el típico alemán" o "el típico irlandés", parece ser que su capacidad de relaciones interpersonales le impide acceder a la personalidad propia e intransferible de cada individuo).

En resumen: 'Life of a European Mandarin' nos ofrece un retrato descarnado de lo que no debe ser un funcionario al servicio de la UE, ni de cualquier administración. Eppink nos presenta un cuadro en el que a base de trapicheos, rondas de cafés o unas cuantas cervezas se puede decidir sobre de normas que van a afectar (a veces muy gravemente) a 500 millones de europeos.

No digo que una buena conversación informal no pueda contribuir decisivamente a desbloquear un conflicto, o a acercar posturas contrapuestas. Cualquiera que haya participado en una campaña de lobbying lo sabe.

Pero la imagen que Eppink nos deja es deprimente: tal vez sin quererlo, se mofa abiertamente del trabajo -profundo, de base, bien fundamentado- que puedan haber realizado miles de expertos técnicos en el continente para, por ejemplo, poner sobre la mesa un propuesta decente sobre el futuro de los servicios postales, y limita el resultado final del proceso legislativo a "sus habilidades personales" para convencer a Ministros y Comisarios. Destila prepotencia por los cuatro costados.

En resumen: sólo aconsejo su lectura si se quiere tener un ejemplo claro de la antítesis del europeismo.

En el otro extremo se sitúa la obra de Rinus van Schendelen, otro holandés. A años luz de Eppink, realmente. Como queriéndonos reconciliar con los Países Bajos tras la lectura del primer libro.

Este profesor universitario hace un análisis profundo y sistemático de las prácticas de lobby en la UE, y presenta de un modo inmejorable (esquemático, comprensible, concienzudo) las opciones que se plantean al lobbyista de hoy en día: porqué actuar, cómo, ante quién, qué hacer y -sobre todo- qué no hacer.

La fórmula de 'Machiavelli in Brussels' es "audacia en el planteamiento, trabajo para el análisis y prudencia en la actuación". Difícilmente se pueden resumir mejor las necesidades para un lobbying eficaz.

Con todo, lo que más me gusta de la obra de van Schendelen es su corolario. Viene a decirnos algo así como: "He escrito este libro para los que critican a la UE sin conocerla, para los que se escudan en la presunta oscuridad de sus mecanismos para criticar y no hacer nada, para los que prefieren lamentarse en lugar de actuar. Oídme bien: toda persona está dotada de un cerebro. Usad el vuestro para analizar, criticar e influenciar las decisiones que se toman en Bruselas. Está a vuestro alcance. No os quedéis atrás alegando desconocimiento". Fantástico.

Uitstekend, meneer van Schendelen!

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