viernes, 24 de abril de 2009

Impulso de la Eurocámara al ahorro energético

Llegan buenas noticias desde Bruselas: El Parlamento Europeo aprobó ayer, 23 de abril, un informe sobre la reforma de la directiva sobre eficacia energética de los edificios. El tema es serio, ya que hoy en día las casas en las que vivimos y trabajamos son responsables de nada menos que del 40% de la energía consumida en nuestro continente y del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero. El potencial en cuanto a ahorro de emisiones de CO2 es, pues, enorme.

El informe parlamentario propone, entre otras cosas, que todos los edificios que se construyan a partir del 2019 en la UE sean de “energía cero”, es decir, capaces de generar la misma cantidad de energía que consumen. Esta fecha será 2016 para los nuevos edificios públicos.

Pero no hay que olvidar que los edificios nuevos son sólo un 1% del total. Así que hay que poner mucha atención a las viviendas viejas que son renovadas. En este sentido, la Eurocámara solicita que cualquier edificio que se someta a renovaciones sustanciales -de mas del 25% de su superficie- debe incorporar estándares de eficiencia energética (mientras que la antigua Directiva establecía que sólo los edificios de más de 1000m2 deberían acogerse a estos estándares).

Lo que sucede, claro, es que renovar nuestras viviendas para –por ejemplo- aislarlas correctamente y evitar que malgasten energía, cuesta dinero. De ahí que el Parlamento demande también que los países de la UE puedan destinar a medidas relacionadas con la eficiencia energética hasta un 15% de los fondos de desarrollo regional.

Hay que decir, sin embargo, que estamos sólo en la mitad del camino: el informe que se ha aprobado el Parlamento debe ser debatido por los Estados miembros de la UE, y –siendo realistas- hay bastantes posibilidades de que sus demandas se “revisen” a la baja, ya que entre los 27 hay muchas sensibilidades diferentes: los países nórdicos (con Suecia, que presidirá la Unión desde junio a diciembre, a la cabeza) son claramente partidarios de una perspectiva más “verde”, mientras que para los Estados del Este, sumidos en lo más crudo de la crisis económica, las prioridades son otras.

España, que presidirá la UE tras Suecia (a partir del 2010) debería dar ejemplo de proactividad y subirse al carro de las ambiciosas demandas parlamentarias. No olvidemos que las medidas destinadas a promover eficiencia energética –en el campo de la construcción, sobre todo- genera puestos de trabajo, y de eso siempre hay necesidad…

sábado, 18 de abril de 2009

Por un lobby honesto y transparente

Vuelvo al tema de la regulación de los lobbies, tal y como prometí.

Una de las iniciativas más significativas que la Comisión Europea (cuyo término de mandato finaliza este año) ha puesto en marcha ha sido la Iniciativa Europea por la Transparencia -más conocida por sus siglas, IET.

La IET nació de la mano del Comisario estonio Sim Kallas, responsable para asuntos de fraude, auditoria externa y administración, cuya labor principal es “eliminar todo rastro de sospecha o falta de confianza del ciudadano en las Instituciones”. Se partió de la base de que es normal que los ciudadanos se hagan preguntas sobre quién influencia a quién, cómo y para qué.

Tras el lanzamiento formal de la IET se publicó un Libro Verde en el que la Comisión dio una serie de indicaciones básicas y abrió un proceso de consultas con las partes interesadas. A esto siguió una Comunicación, en marzo del 2007, en la que se apuntaban ya una serie de medidas concretas.

La más discutida (aunque no la única) era la creación de un registro de lobbyistas en el que los grupos de presión deberían especificar para quién trabajan, y por cuanto. Este registro, puesto en marcha el año pasado, ha dado lugar a intensas discusiones en Bruselas: ¿hasta dónde debe llegar la transparencia de los lobbies o grupos de presión que –representando diversos intereses- tratan de influir en las políticas europeas?

Y es que es normal que los ciudadanos se hagan preguntas sobre quién influencia a quién, cómo y para qué.

Pero vayamos por partes: ¿Qué demonios es exactamente esto del lobbying?

La Comisión parte, acertadamente, desde una perspectiva amplia de lo que es hacer lobby y habla de “actividades que se realicen con el objetivo de influir en los procesos de elaboración de políticas y de toma de decisiones de las instituciones europeas”.

Así, no se discute si el lobbying es bueno o no, sino qué tipo de lobby se quiere, cómo disipar dudas y hacer de los llamados grupos de presión –o grupos de interés- un factor de transparencia.

En según qué entornos de nuestro continente, la palabra “lobbying” no suscita precisamente adhesiones inquebrantables: la mezcla de palabras como influencia, legislación, financiación y Bruselas sugiere, en el mejor de los casos, serias cuestiones sobre la limpieza de las actividades de que se trata. Sin embargo, en culturas como la anglosajona, la defensa de los intereses ante las Instituciones es un fenómeno absolutamente normal.

El punto de vista de la Comisión se acerca a esta perspectiva: el Comisario Kallas ha dejado bien claro que el lobbying es algo no sólo legítimo, sino necesario. Los legisladores –se dice- no actúan aislados desde sus torres de marfil, sino que necesitan la información proporcionada desde los grupos de interés para elaborar leyes equilibradas, que se adecuen a la realidad.

La siguiente pregunta es evidente: ¿Quién actúa como grupo de presión? El acierto de la Comisión en este punto es –a mi juicio- aún mayor: se establece que un lobbyista es tanto un miembro de una multinacional o un bufete de abogados como un representante de una ONG medioambiental o un funcionario de una oficina regional o local.

En efecto, todos los mencionados anteriormente pueden ejercer como grupos de interés. Sólo desde esa perspectiva se puede afrontar de un modo realista le reglamentación, muy necesaria, del sector.

La necesidad de regular la práctica de los grupos de presión nace de dos realidades:

- Por un lado, la proliferación de los lobbyies en Bruselas: se calcula que unas 15.000 personas trabajan en la capital belga tratando de influenciar a las Instituciones de la UE;
- Por otro lado, el reciente escándalo Abramoff sobre el lobbying ilegal en Estados Unidos puso en guardia a las autoridades Europeas en torno a casos similares a este lado del Atlántico.

Así, antes de que este tipo de asuntos pusieran en riesgo el prestigio –no muy reafirmado, dicho sea de paso- de las Instituciones de la UE, la Comisión propuso en su Libro Verde las siguientes medidas:

- Un registro voluntario para grupos de interés, que incluya el nombre del lobbyista y los intereses financieros que representa;
- Un código de conducta que regule las relaciones con las Instituciones de la UE, cuyo respeto sea un requisito para la inclusión en el registro;
- Un procedimiento estándar para las consultas de la Comisión.

La base de la que se parte es clara: Europa está en construcción. Y los escritores del guión son tanto las Instituciones como los ciudadanos, así que se debería tener claro quién interviene –y hasta qué punto- en la elaboración de la legislación que afecta a todos.

El debate en torno a este asunto ha sido y sigue siendo muy activo. Los principales contrincantes son, por un lado, las asociaciones de lobbyistas, y por otro, las ONGs que trabajan en pro de la transparencia en la UE, agrupadas en torno a una red llamada ‘ALTER EU’.

La Comisión ha requerido bque los grupos declaren, en franjas de 50.000 €, los ingresos que reciben de sus clientes. Esto ha sido ya juzgado como insuficiente por parte de ONGs pro-transparencia, que piden franjas más estrictas y critican el hecho de que este registro, por el momento, sea voluntario, aunque la Comisión no descarta hacerlo obligatorio en el futuro.

Las espadas siguen, pues, en todo lo alto, y no sólo los grupos privados están bajo la lupa: las propias Instituciones Europeas también tienen un serio trabajo por delante, de cara a evitar más casos de tránsfugas que pasen, en pocas semanas, de trabajar como altos funcionarios a ingresar como consejeros de lujo en empresas del mismo sector que antes regulaban.

En todo caso, este debate es muy conveniente para todos, ya que el objetivo final es eliminar la desconfianza hacia el lobbying europeo, y su visión como algo muy lejano y excesivamente complicado, reservado para el coto de las grandes multinacionales y de los círculos de poder inaccesibles.

Esta visión está extendida también en nuestro entorno, así que creo que conviene aprovechar el debate en torno a la IET para arrojar un poco de luz sobre este tema.

Para empezar, la actuación como grupo de interés no es cosa exclusiva, ni muchísimo menos, del gran capital. Las 15.000 personas que he mencionado anteriormente representan a grandes empresas, pero también –y en un número mucho más significativo- a regiones, entidades locales, asociaciones de medianas y pequeñas empresas y ONGs.

En segundo lugar, las críticas –muchas veces irrazonadas- a la práctica del lobbying desprecian a menudo al sujeto pasivo, es decir, a los funcionarios de la Comisión y a los europarlamentarios (entre otros) que, en la labor de legisladores que efectúan con toda honestidad, no se dejan convencer por cualquier argumento, por muy poderosa que sea su fuente.

De hecho, los problemas que la IET trata de resolver no van dirigidos al receptor del lobbying, sino al emisor: muchas veces es difícil saber quién está detrás de una intensa campaña de presión. En ocasiones, los intereses se esconden, y una ‘Asociación por la defensa del medio ambiente’ puede ocultar intereses específicos del sector privado. Esto sí es criticable, y se debe eliminar.

¿Cuáles son las claves de un lobbying honesto? Una aproximación realmente profesional a las Instituciones Europeas requiere una intensa preparación y un estudio minucioso del entorno (qué grupos participan en la preparación de la legislación y de la financiación europea en cada sector), un conocimiento detallado de los procedimientos de toma de decisiones, una visión -al menos- a medio plazo y un esfuerzo importante en la comunicación honrada y abierta de los intereses que se tratan de defender.

Nada se improvisa: no basta con un par de llamadas telefónicas o una buena conversación en torno a una mesa, porque eso –a la larga- supone lo que viene a llamarse pan para hoy y hambre para mañana.

La influencia, como la confianza, se gana poco a poco, y se merece, no se compra. Es por eso que, en la mayoría de los casos, el lobbying no se trata solo de la defensa, sino de la promoción de los intereses propios, desde una perspectiva preactiva, y no reactiva.

Teniendo en cuenta que más del 70% de las leyes nacionales vienen desde Bruselas, un lobbying a cara descubierta y profesional -como es el caso en la inmensa mayoría de campañas en Bruselas- se ha convertido más que nunca en una necesidad para cualquier empresa o entidad pública.

Así, en los 27 Estados miembros la tendencia de los lobbies es clara: si queremos influir en las decisiones de los poderes públicos, ¿por qué no ir a la fuente, al origen? Existe también la posibilidad de modificar una legislación -una Directiva, por ejemplo- cuando esta se transpone en los Estados, pero el margen de cambio es mucho más reducido, así que de cara a asegurarse en efecto sobre las políticas, lo más conveniente es acudir a Bruselas. Esta es la clave para explicar el porqué de la proliferación de los lobbies en la capital belga.

Y a más actividad en el sector, el debate en torno a este tema se hace más necesario, ya que la participación y el interés de todos sólo puede enriquecer su práctica.

sábado, 11 de abril de 2009

Lobbies: quiénes son y a quién representan

Se calcula que hay unas 3000 organizaciones (que emplean a entre 15.000 y 20.000 profesionales) están permanentemente representadas en Bruselas con el objetivo de influir sobre las autoridades comunitarias para que la elaboración de políticas se adecue a sus intereses.

Digo “se calcula” porque –a día de hoy- no hay un registro oficial obligatorio para estas entidades. Los que existen son bien una ‘lista de acceso’ a lobbyistas para el Parlamento europeo (poco indicativa de la realidad, ya que no todas las entidades que hacen lobby se dirigen al Parlamento), o bien un registro voluntario puesto en marcha el año pasado por la Comisión Europea.

Así, la fuente más fiable para establecer con claridad cuántos lobbys hay en Bruselas son los directorios de negocios. El de más éxito, el ‘European Public Affairs Directory’, publicado anualmente desde 1990, recoge las cifras que he mencionado en el primer párrafo. Así que con ellas funcionaremos.

Estas 3.000 oficinas desarrollan sus actividades bajo muchos nombres diferentes:

- Pueden llamarse ‘Asociaciones profesionales’ o ‘Federaciones’ si representan a agrupaciones de sectores industriales (por ejemplo, EUROPIA, la Asociación de empresas petroleras, o EWEA, la Asociación Europea de Energía Eólica);

- Pueden denominarse ‘Representaciones ante la UE’ si se trata de entes regionales (Baviera, Lombardia, cualquiera de las 17 Comunidades Autónomas españolas) o locales (la Diputación de Barcelona es una de las pocas entidades sub-regionales que tienen una delegación en Bruselas, mientras que hay ciudades como Estocolmo o Helsinki que también están representadas),

- También pueden tomar simplemente el nombre de ‘Oficinas europeas’ (‘EU offices’) si se trata de sedes especializadas en asuntos comunitarios de empresas nacionales o multinacionales, así como de ONGs, asociaciones de consumidores y otros grupos de interés,

- Por último, no debemos olvidar las agencias de lobbying indirecto: Hay muchas organizaciones que cuentan con su propia oficina en Bruselas, pero es mucho mayor el número de empresas y asociaciones que, sin tener una representación en la capital belga, contratan los servicios de despachos especializados en lobby (lo que aquí se llama ‘Public Affairs Consultancies’). Estas agencias pueden ser de un tamaño considerable (Hill & Knowlton, Burson-Marsteller, o APCO Europe cuentan con más de 30 consultores), o bien subsistir con un equipo permanente de 5 lobbyistas.

Para abreviar –y para entendernos mejor- llamaremos ‘lobbies’ a todos, porque –ya se trate de empresas, de entidades públicas, de asociaciones o de ONGs- su función principal, aunque no la única, es ejercer influencia ante las autoridades públicas para obtener cambios políticos o normativos que les beneficien.

Esto es lo primero que debemos tener claro: hay que desechar cualquier aproximación parcial interesada que equipare “lobby” a “gran capital”, multinacionales o grandes industrias. En Bruselas, todos hacen lobby (empresas grandes y no tan grandes, ONGs, regiones, incluso organizaciones religiosas).

¿A quién representan y qué temas se abordan?

Bruselas legisla sobre prácticamente todo: desde las emisiones contaminantes industriales hasta el grosor de los preservativos, pasando por los componentes de los juguetes para niños o el consumo de energía de las bombillas. El fundamento del mercado único es establecer normas comunes para los 27 Estados, así que es necesaria una actividad constante y multipolar.

Voy a poner varios ejemplos de campañas de lobby actuales y pasadas que creo resultan bastante ilustrativas de las diferentes áreas en las que se puede hacer lobby:

- Lobby industrial Vs lobby verde: El año pasado tuvo lugar una campaña en torno a una propuesta de Directiva Europea sobre emisiones de CO2 de vehículos de motor. En el marco de la lucha contra el cambio climático, la UE deseaba establecer por primera vez unos límites máximos obligatorios sobre la cantidad de CO2 que podían emitir los automóviles fabricados a partir del 2012. La lucha en este caso enfrentó a las grandes industrias automovilísticas –que argüían que los costes de producción derivados de estas exigencias hundirían al sector y que pedían más tiempo para poder adaptarse a las exigencias- contra las ONGs ecologistas, que demandaban una acción severa contra las marcas más contaminantes.

- Lobby químico Vs protección de consumidores: La campaña estrella del 2006 fue la normativa conocida como REACH, que afectaba a la evaluación y registro de los productos químicos (no hay que olvidar que la industria química europea es la segunda con más peso en el continente, después de la agroalimentaria). Las grandes empresas del sector –sobre todo alemanas- platearon miles de enmiendas a la propuesta de la Comisión Europea, y las discusiones en el Parlamento necesitaron de meses de trabajo y numerosísimas audiciones, foros y debates paralelos. Millones de euros estaban en juego, ya que las obligaciones establecidas por la normativa podían resultar costosísimas para estos gigantes industriales. En el otro lado de la balanza, las ONGs y asociaciones de protección de consumidores exigían controles estrictos.

- La batalla del chocolate: Una campaña que en su día hizo correr ríos de tinta fue la “Directiva sobre las normas de composición y de etiquetado de los productos de cacao y de chocolate destinados a la alimentación humana”. Resulta que en los diversos Estados de la UE se entendía por “chocolate” cosas completamente diferentes: mientras que en la Europa continental y del sur se tenía un concepto más ‘puro’, en el Reino Unido, Irlanda y Dinamarca, por motivos tradicionales y comerciales, se llamaba “chocolate” a una mezcla que podía contener gran cantidad de grasas vegetales. Sin embargo, los productos chocolateros se vendían por toda Europa a causa del mercado único, y la UE consideró oportuno uniformizar el etiquetado para no dar lugar a equívocos al consumidor sobre si lo que compraba se podía considerar o no chocolate.

Los países del sur y centro de Europa exigían a Londres, Dublín y Copenhague que llamaran a sus productos de otra forma y que especificaran en el etiquetado los componentes (menos cacao y más grasas vegetales). El Reino Unido se negaba en redondo. La cuestión no sólo ponía en pie de guerra a las industrias chocolateras europeas, sino que iba más allá: numerosas ONGs de desarrollo denunciaron que la aceptación de una definición más laxa de chocolate y cacao podía afectar dramáticamente a millones de familias de cultivadores africanos.

- Lobby sobre el lobby: El mismo tema de la regulación de los lobbies -la iniciativa Europea sobre transparencia, de la que hablaré próximamente en otra entrada- ha sido objeto de intensas campañas: por un lado, las asociaciones de lobbyistas industriales (SEAP, EPACA), y por el otro, las ONGs pro-transparencia (agrupadas bajo el ‘paraguas’ de Alter-EU).

Estos son sólo unos ejemplos de la frenética actividad de los lobbies de todo tipo en Bruselas. En entradas posteriores profundizaré más sobre la necesidad de una regulación que proporcione "aire fresco" y ponga orden en esta práctica.

domingo, 5 de abril de 2009

¿Una maquinaria enorme y costosa?

Uno de los mitos contra las que la UE debe luchar es la percepción que se tiene de sus Instituciones como "un monstruo burocrático" con miles y miles de funcionarios que cobran unos sueldos de vértigo por realizar unas tareas grises, que carecen de importancia para "la vida real".

Basta acercarse un poco para ver que la realidad es bien diferente.

Pongamos por ejemplo la Comisión europea: este órgano, que se encarga de elaborar las propuestas legislativas, emplea “sólo” 35.000 funcionarios. Esta es una cifra bastante baja, ya que es comparable al número de funcionarios que trabajan por ejemplo en una ciudad europea de tamaño medio. De hecho, si restamos el personal administrativo, los traductores, intérpretes, etc, la cantidad de funcionarios que se dedican a la elaboración de las políticas resulta abrumadoramente bajo, teniendo en cuenta las grandes responsabilidades que tienen (elaboración de legislación y administración diaria de políticas que afectan a 500 millones de ciudadanos).

Respecto a los sueldos, repasemos algunas cifras. El presupuesto comunitario representa a groso modo el 1,2% del PIB de los Estados miembros. De esta cantidad, la enorme mayoría, se destina a políticas de cohesión (Fondos Estructurales para equilibrar las diferencias de desarrollo regional en el interior de la UE), al presupuesto agrícola, a programas comunitarios de (por ejemplo) desarrollo rural, medio ambiente, etc. Los gastos administrativos son sólo el 6%, y los sueldos de los funcionarios son sólo una parte de ello.

No soy funcionario de la UE y no me corresponde “defender a los pobres eurócratas", solo trato de poner las cosas en perspectiva. Soy consciente de que si normalmente los funcionarios tienen mala imagen, los de Bruselas, que están “ahí arriba” y nadie sabe muy bien qué hacen, aún más.

Respecto a los salarios de los europarlamentarios, hay algo que poca gente conoce: los miembros del parlamento europeo cobran EXACTAMENTE LO MISMO que los miembros de los Parlamentos nacionales en sus respectivos países. Esto provoca unas diferencias enormes entre europarlamentarios: los Italianos son los que más cobran, mientras que los españoles reciben menos de la mitad, y los búlgaros, por ejemplo… ¡apenas el 7% de lo que cobran sus colegas transalpinos!.

Tras las elecciones de junio de este año, se va a poner fin a estas disparidades, y se uniformizarán los salarios básicos (para unas nacionalidades bajará, mientras que para los países del Este de Europa subirá).

Repito que tampoco es mi labor decir aquí que “los pobres parlamentarios” no ganan tanto. Es un trabajo muy bien pagado, y las dietas por desplazamiento, etc, pueden llegar a ser muy generosas (y poco controladas, por cierto, pero ya volveré sobre esto en otra entrada de este blog). Pero al fin y al cabo, los que deciden sobre estos temas (presupuesto, etc) son LOS ESTADOS MIEMBROS, así que en caso de queja, hay que llamar a la puerta de los Zapateros, Berlusconis, etc. Y también hay que ver lo que ganan los parlamentarios nacionales y sus dietas, para evitar agravios comparativos.

El mito de “la monstruosa máquina burocrática de Bruselas” es pues, a mi entender, falso. Es más, creo que una de las razones por las cuales el lobby florece en Bruselas es precisamente el hecho de que las Instituciones que cuentan con poco personal, y buscan apoyos externos para elaborar normativas lo más equilibradas posible, y ahí están los lobbies (no sólo empresas y el gran capital: también intereses regionales, asociativos, etc) para tratar de influir.