sábado, 11 de abril de 2009

Lobbies: quiénes son y a quién representan

Se calcula que hay unas 3000 organizaciones (que emplean a entre 15.000 y 20.000 profesionales) están permanentemente representadas en Bruselas con el objetivo de influir sobre las autoridades comunitarias para que la elaboración de políticas se adecue a sus intereses.

Digo “se calcula” porque –a día de hoy- no hay un registro oficial obligatorio para estas entidades. Los que existen son bien una ‘lista de acceso’ a lobbyistas para el Parlamento europeo (poco indicativa de la realidad, ya que no todas las entidades que hacen lobby se dirigen al Parlamento), o bien un registro voluntario puesto en marcha el año pasado por la Comisión Europea.

Así, la fuente más fiable para establecer con claridad cuántos lobbys hay en Bruselas son los directorios de negocios. El de más éxito, el ‘European Public Affairs Directory’, publicado anualmente desde 1990, recoge las cifras que he mencionado en el primer párrafo. Así que con ellas funcionaremos.

Estas 3.000 oficinas desarrollan sus actividades bajo muchos nombres diferentes:

- Pueden llamarse ‘Asociaciones profesionales’ o ‘Federaciones’ si representan a agrupaciones de sectores industriales (por ejemplo, EUROPIA, la Asociación de empresas petroleras, o EWEA, la Asociación Europea de Energía Eólica);

- Pueden denominarse ‘Representaciones ante la UE’ si se trata de entes regionales (Baviera, Lombardia, cualquiera de las 17 Comunidades Autónomas españolas) o locales (la Diputación de Barcelona es una de las pocas entidades sub-regionales que tienen una delegación en Bruselas, mientras que hay ciudades como Estocolmo o Helsinki que también están representadas),

- También pueden tomar simplemente el nombre de ‘Oficinas europeas’ (‘EU offices’) si se trata de sedes especializadas en asuntos comunitarios de empresas nacionales o multinacionales, así como de ONGs, asociaciones de consumidores y otros grupos de interés,

- Por último, no debemos olvidar las agencias de lobbying indirecto: Hay muchas organizaciones que cuentan con su propia oficina en Bruselas, pero es mucho mayor el número de empresas y asociaciones que, sin tener una representación en la capital belga, contratan los servicios de despachos especializados en lobby (lo que aquí se llama ‘Public Affairs Consultancies’). Estas agencias pueden ser de un tamaño considerable (Hill & Knowlton, Burson-Marsteller, o APCO Europe cuentan con más de 30 consultores), o bien subsistir con un equipo permanente de 5 lobbyistas.

Para abreviar –y para entendernos mejor- llamaremos ‘lobbies’ a todos, porque –ya se trate de empresas, de entidades públicas, de asociaciones o de ONGs- su función principal, aunque no la única, es ejercer influencia ante las autoridades públicas para obtener cambios políticos o normativos que les beneficien.

Esto es lo primero que debemos tener claro: hay que desechar cualquier aproximación parcial interesada que equipare “lobby” a “gran capital”, multinacionales o grandes industrias. En Bruselas, todos hacen lobby (empresas grandes y no tan grandes, ONGs, regiones, incluso organizaciones religiosas).

¿A quién representan y qué temas se abordan?

Bruselas legisla sobre prácticamente todo: desde las emisiones contaminantes industriales hasta el grosor de los preservativos, pasando por los componentes de los juguetes para niños o el consumo de energía de las bombillas. El fundamento del mercado único es establecer normas comunes para los 27 Estados, así que es necesaria una actividad constante y multipolar.

Voy a poner varios ejemplos de campañas de lobby actuales y pasadas que creo resultan bastante ilustrativas de las diferentes áreas en las que se puede hacer lobby:

- Lobby industrial Vs lobby verde: El año pasado tuvo lugar una campaña en torno a una propuesta de Directiva Europea sobre emisiones de CO2 de vehículos de motor. En el marco de la lucha contra el cambio climático, la UE deseaba establecer por primera vez unos límites máximos obligatorios sobre la cantidad de CO2 que podían emitir los automóviles fabricados a partir del 2012. La lucha en este caso enfrentó a las grandes industrias automovilísticas –que argüían que los costes de producción derivados de estas exigencias hundirían al sector y que pedían más tiempo para poder adaptarse a las exigencias- contra las ONGs ecologistas, que demandaban una acción severa contra las marcas más contaminantes.

- Lobby químico Vs protección de consumidores: La campaña estrella del 2006 fue la normativa conocida como REACH, que afectaba a la evaluación y registro de los productos químicos (no hay que olvidar que la industria química europea es la segunda con más peso en el continente, después de la agroalimentaria). Las grandes empresas del sector –sobre todo alemanas- platearon miles de enmiendas a la propuesta de la Comisión Europea, y las discusiones en el Parlamento necesitaron de meses de trabajo y numerosísimas audiciones, foros y debates paralelos. Millones de euros estaban en juego, ya que las obligaciones establecidas por la normativa podían resultar costosísimas para estos gigantes industriales. En el otro lado de la balanza, las ONGs y asociaciones de protección de consumidores exigían controles estrictos.

- La batalla del chocolate: Una campaña que en su día hizo correr ríos de tinta fue la “Directiva sobre las normas de composición y de etiquetado de los productos de cacao y de chocolate destinados a la alimentación humana”. Resulta que en los diversos Estados de la UE se entendía por “chocolate” cosas completamente diferentes: mientras que en la Europa continental y del sur se tenía un concepto más ‘puro’, en el Reino Unido, Irlanda y Dinamarca, por motivos tradicionales y comerciales, se llamaba “chocolate” a una mezcla que podía contener gran cantidad de grasas vegetales. Sin embargo, los productos chocolateros se vendían por toda Europa a causa del mercado único, y la UE consideró oportuno uniformizar el etiquetado para no dar lugar a equívocos al consumidor sobre si lo que compraba se podía considerar o no chocolate.

Los países del sur y centro de Europa exigían a Londres, Dublín y Copenhague que llamaran a sus productos de otra forma y que especificaran en el etiquetado los componentes (menos cacao y más grasas vegetales). El Reino Unido se negaba en redondo. La cuestión no sólo ponía en pie de guerra a las industrias chocolateras europeas, sino que iba más allá: numerosas ONGs de desarrollo denunciaron que la aceptación de una definición más laxa de chocolate y cacao podía afectar dramáticamente a millones de familias de cultivadores africanos.

- Lobby sobre el lobby: El mismo tema de la regulación de los lobbies -la iniciativa Europea sobre transparencia, de la que hablaré próximamente en otra entrada- ha sido objeto de intensas campañas: por un lado, las asociaciones de lobbyistas industriales (SEAP, EPACA), y por el otro, las ONGs pro-transparencia (agrupadas bajo el ‘paraguas’ de Alter-EU).

Estos son sólo unos ejemplos de la frenética actividad de los lobbies de todo tipo en Bruselas. En entradas posteriores profundizaré más sobre la necesidad de una regulación que proporcione "aire fresco" y ponga orden en esta práctica.

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