jueves, 12 de marzo de 2009

Obama, la UE y el 29 de abril

En 1932, el recién elegido presidente Franklin D. Roosevelt anunció una batería de medidas para sacar a los Estados Unidos de la tremenda crisis que arrastraba desde el crack de 1929.

Dentro de lo que se dió a conocer como el 'New Deal', Roosevelt acordó con el Congreso un gran número de propuestas en los 100 primeros días de su presidencia.

Desde entonces, es común en política considerar los 100 primeros días de cualquier mandato como un período de prueba en el que se concede una 'tregua tácita' al recién elegido, para observar –dejando la crítica aparte, por el momento- qué medidas lleva a cabo.

Obama fue investido presidente el 20 de enero entre enormes expectativas, y el miércoles 29 de abril es más que probable que los diarios de medio mundo se hagan eco del fin de este plazo tácito y comiencen a hacer un primer balance.

¿Qué se dirá en Europa? Sin duda, se hablará de los pasos dados hacia el desmantelamiento del centro de reclusión de Guantánamo. Esta medida, adelantada nada más tomar el cargo, demuestra al menos dos cosas: que Obama se preocupa por algo más que la crisis económica -su prioridad absoluta en estos momentos, lo cual es muy comprensible- y que la imagen que se tiene de él y de su Gobierno en el exterior le importa (que no es poco, vistos los antecedentes).

Los Estados de la UE ya se han ofrecido a ayudarle en la tarea, y el Parlamento Europeo no ha tardado en dar muestras de satisfacción por el anuncio del cierre, y se espera que esta primera medida escenifique ese giro hacia el ‘multilateralismo’ que tantas veces se ha pedido desde el viejo continente con respecto a EEUU.

También se comentará la extraordinaria -por novedosa en el fondo y en las formas- oferta a Irán para iniciar una nueva fase en las relaciones diplomáticas, el "giro a la izquierda" (relativo, siempre relativo, pero hay que tener en cuenta siempre de qué manos venía este país) que supuso la aprobación de los presupuestos, de sus medidas contra la crisis, de su esfuerzo comunicativo, abriendo todo tipo de canales -TV, encuentros, Internet- para llegar al ciudadano, etc, etc.

Peor no hay que olvidar la parte de “marrón” que un cambio de dirección de estas características tendrá para Europa. Porque hasta ahora, aunque parezca paradójico, la presencia de Bush en la Casa Blanca hacía las cosas bastante fáciles para nuestros líderes: el unilateralismo (léase autismo) de la administración norteamericana en temas como el cambio climático, la guerra de Irak o el conflicto en Oriente próximo era la excusa perfecta para la falta de ‘punch’ de la UE, sobre todo en temas de política internacional.

Si Obama da realmente el giro esperado y cuenta con otros actores de la escena mundial (y la UE lo es, en primer término), es posible que desde nuestras capitales se entone el “contra Bush vivíamos mejor”.

Porque entonces llegará la hora de tomar decisiones complejas, sobre las cuales la UE está muy lejos de tener una sóla voz: la disminución de tropas estadounidenses en Irak será bien recibida, sin duda, pero ¿qué hará la UE cuando Obama pida una mayor implicación en Afganistán? ¿Cómo de fuerte será la posición Europea de cara a obtener un compromiso ambicioso en la crucial cumbre sobre el cambio climático de Copenhague en diciembre de este año? ¿Pondremos bases firmes para evitar más Guantánamos, incluidos los que tenemos en nuestro propio territorio? Y ya puestos a soñar, ¿será capaz la UE de arrastrar a la administración norteamericana hacia posturas más proclives a un acuerdo en oriente medio, contrarrestando el giro hacia posiciones mas intransigentes de Israel?

El 29 de abril se empezarán a pedir cuentas, y las respuestas deberán llegar desde ambos lados del Atlántico.

En todo caso, sería deseable que –si tiene tiempo o ánimos para asomar la nariz al exterior- el recién elegido presidente haga cuanto antes un gesto, una visita oficial a Europa que escenifique este cambio de rumbo en la política internacional estadounidense. El valor que en Europa tendría una foto Obama estrechando la mano de Merkel o –mejor aún- Sarkozy sería de un simbolismo innegable.

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